Regresar al lugar donde nacimos siempre será nuestro polo a tierra. Reconectarnos con nuestras raíces, con nuestra familia, recorrer los lugares en los que solíamos jugar de niños, aquellos lugares en los que compartimos tantas alegrías con nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros amigos de infancia, te recuerda de dónde vienes y dónde nacieron tus sueños te da una nueva motivación para continuar luchando por salir adelante, luchando por avanzar en la vida y hacer que ellos se sientan orgullosos. 

Sentir ese abrazo de una abuela y que te diga al oído “¡estoy muy orgullosa de ti, mija!”, no se compara con ningún logro. Es, posiblemente, el mayor logro que cualquiera pueda tener. 

Hace dos semanas no tenía idea cuándo regresaría a Pereira, la capital de Eje Cafetero en Colombia, la pequeña ciudad en la que nací y que me vio vivir mis primeras alegrías.

Lastimosamente, mi viaje no fue premeditado ni solo de vacaciones. Tuve que viajar tras la muerte de mi abuelo, Luis Ernesto Ospina Serna, mejor conocido como el Papito Ernesto. Tenía 98 años pero tan carismático como si tuviera solo 18.

Mi abuelo tuvo 10 hijos, entre ellos mi madre, una de cinco hijas (todas llamadas María) y cinco varones (todos llamados José). Ya se podrán imaginar qué tanto mis abuelitos se regían a la religión Católica. 

Era un hombre trabajador y hacía lo posible por proveer para su familia. Todos los hijos muy unidos a pesar de haber crecido con escasos recursos. Esos mismos retos que enfrentaron de pequeños son los que hoy en día los hacen luchar por proveer para sus respectivas familias.

Si hay algo que pude aprender de mi viaje a Colombia esta vez es que la unión familiar lo puede todo y la pérdida de un ser querido siempre nos dejará enseñanzas y un legado que seguir.

Mis logros de ahora en adelante van por ti, Papito. Se que nos ves desde el cielo.

(ENGLISH)

Returning to the place where we were born will always be our land pole. Reconnect with our roots, with our family, visit the places where we used to play as children, those places where we share so many memories with our parents, our grandparents, our childhood friends, remind us of where we came from and where our dreams were born. It gives you a new motivation to continue fighting to get ahead, fighting to move forward in life and make them feel proud. To feel that tight hug of a grandmother who whispers in your ear “I am very proud of you, mija!,” does not compare with any big achievement. It is, possibly, the greatest achievement that anyone can have.

 

Two weeks ago I had no idea when I would return to Pereira, the capital of the coffee-growing region in Colombia, the small city where I was born and the city that saw my first steps and joys in life.

Unfortunately, my trip was not premeditated or just on vacation. I had to travel after the death of my grandfather, Luis Ernesto Ospina Serna, better known as El Papito Ernesto. He was 98 years old but as charismatic as if he was only 18.

My grandfather had 10 children, including my mother, one of five daughters (all named Maria) and five boys (all named José). You can imagine how much my grandparents embrace their Catholic religion!

Growing up, all of the 10 children very united despite having grown up with scarce resources. Those same challenges they faced as children are those that today make them fight harder to provide for their families.

Carolina Trejos

If there is anything I learned from my trip to Colombia this time is that unity and family can do everything, and the loss of a loved one will always leave us lessons and a legacy to follow.

My achievements from now on go for my Papito Ernesto. I know he is watching us from heaven.